La preponderancia del candidato es indiscutible en la política del siglo XXI. La tendencia es que cada vez sea más decisivo el rol del candidato versus el partido político. A la vez, se constata la necesidad de renovar el relato de los partidos políticos para que puedan encarar en mayor posición los retos de la nueva política basada en las nuevas formas de comunicación y en las redes sociales.
1.INTRODUCCIÓN
En el mundo actual, y ante un desbordante volumen de datos a través de los medios de comunicación y las redes sociales, nos hallamos en la necesidad de gestionar este exceso de información de la manera más selectiva posible para que no nos sobrepase. Esta avalancha comunicativa nos ha transportado, en términos políticos, y casi sin darnos cuenta, a la era de la “democracia de audiencia” (Manin, 1998:267). En este contexto, existe una tendencia, cada vez más acusada, en deliberar sobre si el candidato que debe competir en unas elecciones democráticas es más importante que el partido político que lo ha elegido o viceversa. La intención de este trabajo es, pues, aportar algunos elementos de reflexión para poder discernir, lo más objetivamente posible, sobre la cuestión. Aunque es evidente que en el día a día de un partido la elección de candidatos es habitual, para acotar un poco el análisis, nos limitaremos a estudiar la competición de preponderancia entre candidato y partido político en el caso de la elección de candidatos a la presidencia del gobierno o a la presidencia del Estado, puesto que, sin duda, es el proceso de elección más visible y seguramente más decisivo para la ciudadanía y para el país. Pese a ello, la intención no es desmerecer en ningún caso la elección de candidatos a parlamentarios ni a candidatos a elecciones regionales o locales. Nada más lejos de la realidad: la importancia de los representantes electos es indiscutible, independientemente del nivel de elección. Aunque en primer lugar, se expondrán las características ideales que debe tener un buen candidato y las funciones fundamentales que inevitablemente han de realizar los partidos, la base del análisis será comprobar cuál de los actores (candidatos o partidos políticos) tienen más influencia. Es un debate muy vivo en que las opiniones no tienen por qué ser contradictorias. Como muestra, tres pareceres: Ricardo Espinoza expone que “Lo que De Gaulle no previó, y que finalmente François Mitterrand vino a demostrar, es la importancia de los partidos políticos para el funcionamiento del régimen. La Quinta República se volvió un importante catalizador para el desarrollo de partidos políticos modernos.” (1).
Otro autor, Bernard Manin, comenta que “las personas parecen votar de modo distinto de una elección a otra dependiendo de la persona en particular que compita por su voto, los votantes tienden cada vez más a votar a la persona en vez de al partido o al programa” (Manin,1998:267). O, más recientemente, Anton Losada en el prólogo de El último partido expresa que “los partidos políticos hoy demandan muchos cambios, pero no que acabemos con ellos como si fueran inútiles trastos viejos”(Aira, 2015:23)
En este entorno de criterios tan diversos, los parámetros que deben permitir aportar diferentes elementos para poder ampliar el foco de discusión serán: en primer lugar, la diversa geometría variable que permiten los diferentes sistemas de representación política (es decir, en función de si la elección es de tipo presidencial o bien si es de tipo parlamentario -con una pequeña distinción entre el sistema de mayoría simple y el de representación proporcional-.); en segundo lugar, las consecuencias inducidas por la celebración de primarias en los partidos; y, en tercer lugar, los reequilibrios que provocan el nuevo rol de las redes sociales y los medios de comunicación en la arena política.
2.LOS CANDIDATOS
Existen tantas opiniones como autores para definir cuáles serían las características de un buen candidato. Quizás, una de las unanimidades entre los profesionales de la comunicación política que más se baraja es que la relación entre liderazgo y candidato es casi indisociable. Es decir, existe una correlación directa entre la posibilidad de ser elegido candidato y ser un líder.
Alan Ware, refiriéndose a la etapa de selección de candidatos, considera “que el modelo de reclutamiento más usual, el más utilizado hoy en día, es el de un líder de partido que ha pasado por un periodo de aprendizaje relativamente largo como legislador, labrándose su propia carrera informal, escalando posiciones en el seno de un partido con representación parlamentaria.” (Ware, 2004:418). Al respecto, Montse Sanahuja, profesora asociada de la UPF, detalló en una sesión sobre Nuevos liderazgos, que “las características típicas que debería tener un buen líder son: seguridad, escucha activa, empatía, comunicación asertiva, delegación de funciones y credibilidad. Pero todo esto no es suficiente, puesto que los nuevos liderazgos, requieren, además, como rasgos imprescindibles, transmitir autenticidad, tener carisma para saber estar a la altura, ser positivo para contagiar buen humor y, evidentemente, ser eficiente.”(2) ¿Qué candidato no querría disponer de todos estos atributos para poder ser elegido para encabezar una candidatura a unas elecciones?
En la denominada nueva política, es imprescindible la construcción de un nuevo liderazgo que se debe concretar en la habilidad para liderar e influir sobre las personas que deben trabajar conjuntamente. Por tanto, la idea de dirigir de manera más o menos autoritaria, seguramente ha pasado a mejor vida. Ello es importante, porque el candidato que se postule a ser el elegido por el partido para presentarse a las elecciones y representarle, debe convencer a los miembros de su organización que es el candidato ideal para ser escogido. No podemos olvidar la gran importancia que tiene la elección del candidato, puesto que en las redes sociales y en la mediatización que asistimos de la política es imprescindible causar una buena impresión y conseguir el máximo de adhesiones posibles. En este sentido, el apogeo de los candidatos de los nuevos partidos, se debe en gran parte a que se han sometido voluntariamente a un proceso de exposición a los medios de comunicación para conseguir el máximo de notoriedad pública y que el ciudadano, como mínimo, lo tenga presente en el momento de decidir su elección. Un ejemplo gráfico lo da Toni Aira que define como gran fenómeno del momento al “auge en las encuestas y en los medios de comunicación de formaciones como Podemos y Ciudadanos y sus líderes Pablo Iglesias y Albert Rivera, que, como los héroes mitológicos griegos, nacieron del caos”.(Aira, 2015:31)
3.LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Según José Manuel Rivera un partido es fundamentalmente “una organización política, que funciona como actor colectivo, para participar directamente en las decisiones de gobierno, mediante el planteamiento de proyectos políticos generales y la presentación de candidatos a las elecciones”.(Benedicto y Morán, 1995:293) De esta definición, para el tema que nos ocupa, es muy importante la función del partido político en cuanto a la selección de los candidatos para disputar las elecciones, que, evidentemente, “se convierte en un indicador básico de uno de los roles fundamentales que los partidos desempeñan en los sistemas democráticos parlamentarios: su carácter de maquinaria
electoral.” (Benedicto y Morán, 1995:296) Por tanto, la influencia del partido en una contienda electoral es fundamental. En este sentido, los partidos políticos actúan como filtros útiles y necesarios para reducir el número de potenciales aspirantes, aunque, en sistemas presidencialistas que permiten la presentación de candidatos independientes, pierden parte de su poder. Una buena elección del candidato mediante el partido político, por tanto, puede significar una mejor defensa de la ideología del partido y un buen posicionamiento en las redes sociales y medios de comunicación del mismo. Dentro del partido, es muy importante quién controla el proceso de selección de candidatos y si el ámbito de elección es local o nacional. Desde este punto de vista es importante tener en cuenta el método de elección de los candidatos, o sea, si son elegidos por el comité decisorio de la cúpula del partido o bien por primarias abiertas a ciudadanos de fuera del propio partido o cerradas en las que sólo pueden votar los militantes. Este es un debate que en los Estados Unidos no ha lugar, puesto que se realizan primarias desde principios del siglo XX, pero sí que es una controversia nuclear en España. En un momento de mínima popularidad de los partidos políticos en este país, (según la última encuesta del CIS, después del paro, el principal problema para los españoles es la corrupción; con los políticos y los partidos en cuarto lugar.(3)) las elecciones primarias son vistas como básicas para revitalizar la transparencia y la confianza en la política, porque “deberían ser un síntoma, una apuesta y una vía de acceso más, coherente con el conjunto de la acción política y del funcionamiento interno de un partido, más abierto, más expuesto, más sinónimo de cambio real.”(Aira, 2015:103). En un segundo nivel, y una vez realizada la elección de un candidato por el partido -sea por primarias o por quién tenga el poder decisorio- éste, debe disponer de un apoyo incondicional por parte de la organización y del equipo de campaña (Marc Rius, responsable de comunicación de Iniciativa per Catalunya Verds afirma que “no hi ha dubte que el teu candidat és el millor”(4)) con el objetivo de competir con los otros candidatos del resto de los partidos en la mejor de las condiciones y conseguir el objetivo planteado.
4.CANDIDATOS VERSUS PARTIDOS POLITICOS
Una vez apuntados los roles que ambos actores deben interpretar, es evidente que tienen reservado un papel protagonista en las contiendas electorales que se desarrollan continuamente en cualquier democracia. En los apartados que veremos a continuación se analizarán desde tres puntos de vista diferentes, las posibilidades que tienen cada uno de predominar con mayor o menor claridad en la arena de la confrontación política.
4.1. En función del sistema de representación política.
En un sistema presidencialista o semipresidencialista se celebran las elecciones presidenciales en las cuales se elige un presidente de la República. En este caso, la relevancia del candidato trasciende al aparato del partido, que pasa a un segundo término, y emerge con notoriedad la imagen del aspirante a ganar las elecciones que tiene la responsabilidad de transmitir la ideología del partido, y, como líder, hacer llegar las propuestas electorales para que los ciudadanos depositen el voto en su favor. En este caso, como dice Manin, “ en los países en los que el jefe del ejecutivo se elige directamente, las presidenciales tienden a convertirse en la elección más importante y da forma al conjunto de la vida política” (Manin, 1998:268).
En un sistema parlamentario con representación proporcional, el peso del partido es mucho más importante, puesto que no hay un único candidato y el poder decisorio se visualiza en la composición de las listas, sean abiertas o cerradas, en función de la ley electoral respectiva. A pesar de la importancia evidente del aparato del partido, en estos sistemas que no tienen la posibilidad de elegir directamente a los representantes, el número uno de los candidatos de la lista electoral, desempeña un protagonismo destacado. Por este motivo, de cara a la opinión pública y a los medios de comunicación, es el personaje perfecto para ser invitado a todos los debates electorales posibles y llegar a ser la figura emblemática que acaba representando a todo el partido. Esto lo describe perfectamente Manin: “En las naciones en las que el jefe del ejecutivo es también el líder de la la mayoría en el parlamento, las campañas legislativas y las elecciones se centran en la figura del líder.”(Manin, 1998:268). Ejemplo de ello es que en España, Pedro Sánchez se identifica con el PSOE o Albert Rivera con Ciudadanos. Sólo hace falta hablar del nombre del candidato para saber de qué partido se está hablando. En estos casos, aunque los programas y las campañas se trabajan desde el partido, el elector simpatiza mucho más con la imagen y las declaraciones del candidato.
En un sistema parlamentario en el que los representantes son escogidos por mayoría en circunscripciones uninominales, el candidato tiene un papel preeminente, puesto que es el que debe rendir cuentas a su elector. Por otra parte, el cometido del partido es el de garantizar una labor de soporte. Se pueden equiparar a unas presidenciales, pero con unos distritos electorales de tamaño reducido, con lo que al ser pocos los votantes, las virtudes del candidato y la reputación que pueda tener entre la ciudadanía, son básicas para ganar la elección, mientras que los programas electorales o los posibles casos de corrupción que puedan salpicar al partido estatal, son secundarios.
4.2. En función de la instauración de las elecciones primarias dentro de los partidos.
Como ya se ha apuntado anteriormente, en la mayoría de los partidos actuales hay una tendencia de implantar elecciones primarias dentro del mismo para elegir a los candidatos, dando garantías a los ciudadanos de una mayor calidad democrática, pero a la vez, provocan que los candidatos que se presenten acaparen toda la atención mediática y sea su imagen y su discurso lo que valore el votante, en lugar del programa del partido. Aceptando esta realidad, existe mucha diferencia entre los distintos países en relación a este sistema de elección: En Alemania o Estados Unidos la selección de candidatos es, en parte, regulada por el Estado y en otros como Francia o Gran Bretaña, e, incluso España, se deja libertad a los partidos políticos para que elijan a sus candidatos. Son en estos últimos estados, al ser la organización central del partido quien escoge al candidato, donde el partido político cobra mucha más relevancia. El ejemplo francés así lo demuestra: “Un viejo político del partido cuenta con los variados recursos organizacionales necesarios para superar a rivales individuales o a la oposición de otras facciones en el seno del partido”. (Manin,1998:428). En el caso opuesto, se encuentra Estados Unidos – el país con más experiencia en este tipo de elección-, en el cual se han constatado dos hechos destacados que se podrían resumir en que “por lo general quienes ejercen el poder suelen tener tasas de éxito muy elevadas en las reelecciones” (Ware, 2004:438) y también en que “el equilibrio de poder entre los candidatos individuales y sus partidos se ha decantado firmemente a favor de los primeros” (Ware, 2004:437). En el caso español, al no estar regulada por ley la elección de los candidatos por parte del partido, éstos se habían nombrado hasta hace relativamente poco tiempo por las organizaciones burocratizadas de los partidos. Pero de este sistema, según Pérez-Moneo “se concluye de manera contundente que, en ausencia de regulación por parte del Estado, los partidos políticos no adoptan procedimientos democráticos de selección de candidatos.”(Sánchez, 2013:685) Probablemente –al menos en parte-, por este motivo, en España, se ha adoptado en algunos partidos la utilización de primarias para escoger a sus aspirantes: Podemos, el de más reciente creación, tiene un esquema institucionalizado (5); el PSOE hace unos años que lo ha implantado sólo para la elección del representante a la presidencia del gobierno y a la del partido (6); y otros, como CDC, quieren debatirlo a fondo para adoptarlo en un futuro. (7) Es un sistema que se cree que va a dar lugar a una mayor fluidez en la comunicación entre los ciudadanos y los partidos políticos y una mayor legitimidad democrática al partido que incluya primarias en sus elecciones internas para los cargos del partido. No obstante este intento de democratización de la selección de candidatos en España, continuando con Pérez-Moneo, no ha resuelto “el nudo gordiano de la democracia representativa –pues quien controle el proceso de selección de los candidatos, dominará el sistema político- y lo hace para reclamar la intervención del legislador, pero una intervención razonable y ponderada, que tenga en cuenta todos los derechos e intereses en juego.”(Sánchez, 2013:686)
4.3. En función del nuevo rol que desempeñan internet, los medios de comunicación y las redes sociales.
Una ventaja esencial en el empuje de los candidatos en pleno siglo XXI es la utilización de las nuevas tecnologías. La campaña electoral de Barack Obama para las presidenciales de 2008 es un ejemplo del uso de la web 2.0. En ella “los usuarios accedían a los contenidos directamente desde Facebook…El widget se programó para que identificase a todos los contactos que vivían en las zonas donde se habían celebrado las primarias para que los miembros del equipo de operaciones les invitasen a animar a sus amigos a que diesen su voto por Obama”. (Cotarelo y Olmeda, 2014: 371). En este caso, es pertinente añadir que no sólo las redes sociales forjaron el triunfo del 44º presidente de los Estados Unidos, sino como dice D’Adamo, la “existencia de un gran líder y la utilización discursiva del relato político, basado en el storytelling, con el uso de elementos basados en la emoción, los valores compartidos, el reconocimiento, los retos y desafíos o la épica, entre otros, fue esencial para su victoria electoral.” (8)
Es imprescindible que los partidos políticos se adapten a internet y a las redes sociales y se deban a estas nuevas tecnologías. ”Efectivamente, la omnipresencia de las redes sociales que abarata y facilita la participación colectiva parece augurar el declive de los partidos (Cotarelo y Olmeda, 2014: 155)”. Desde este punto de vista, quien si parece que están utilizando en su favor las redes son los candidatos nuevos que han aparecido en España como pueden ser Albert Rivera o Pablo Iglesias. De éste último, se llegó a crear el logo del partido con su propia cara en las elecciones europeas de 2014: “Fue puro pragmatismo. En los sondeos, sólo un 7% de la gente conocía el partido y más de un 50% a Pablo, explica Carolina Bescansa en las páginas de El Mundo” (Müller, 2014: 44). Éstos, no han hecho más que aprovechar las redes sociales, (twitter, facebook o correo electrónico) y, por descontado, su incesante participación en los medios audiovisuales como la televisión, para posicionarse como candidatos. Precisamente, en la última campaña electoral española de 2015, y como novedad, los candidatos se han significado presentándose en programas de gran audiencia que no necesariamente eran de debate político. Hablando, pues de los medios, en esta batalla llevan ventaja los candidatos frente a los partidos políticos, que se hallan en un proceso de readaptación en la utilización de las redes sociales e internet. Bernard Manin vaticina que “una nueva élite de expertos en comunicación ha reemplazado al activista político y al burócrata del partido. La democracia de audiencias es el gobierno de los expertos en medios.” (Manin, 1998:269) Es un concepto que es absolutamente necesario que los partidos políticos entiendan, ya que como escribe Antoni Gutierrez, “La gente se mueve a través de la red, y es a través de las redes, como quieren encontrar a los partidos políticos y tener contacto con ellos. Se está pasando de las sedes a las redes.”(Gutiérrez, 2011:125)
5.CONCLUSIONES
Como hemos podido comprobar, casi todas las opiniones desarrolladas en este trabajo se inclinan en mayor o menor medida a que el candidato, en pleno siglo XXI y con la influencia omnipresente de internet, es el protagonista, y en consecuencia, mucho más influyente en las contiendas electorales que los partidos políticos. La actual situación de preponderancia del candidato se puede resumir en dos causas: “Primera, los canales de comunicación política afectan a la naturaleza de la relación representativa: mediante la radio y la televisión, los candidatos pueden, de nuevo, volverse a comunicar directamente con sus circunscripciones sin la mediación de la red del partido.” (Manin 1998: 268); “Segunda, el creciente papel de las personalidades a costa de los programas es una respuesta a las nuevas condiciones en las que los cargos electos ejercen su poder” (Manin,1998: 269).
Asimismo, un estudio estadístico realizado por Manuel González Rodríguez en el año 2000 ya corroboraba que “se ha comparado la influencia de la identificación con el partido con la imagen de los candidatos y las posturas programáticas sobre las decisiones del voto, resaltando ser el mejor predictor de éste la imagen del candidato” (González, 2000:46). También Ware identifica la individualización de la política describiendo que “esta fijación en el candidato individual durante los procesos electorales ha quitado a los partidos, el poder de equilibrar… La razón es que quienes están en el poder llevan sus propias campañas y al hacerlo, pueden distanciarse del partido cuando éste resulta ser impopular.”(Ware, 1996:438)
Aparte de estos factores, el aumento de la importancia de las aptitudes personales puede detectarse también en el momento en que los electores deben escoger a su representante, y se basan en aspectos psicológicos en relación a la capacidad de liderazgo del candidato como se constata en que “investigaciones posteriores han revelado que incluso los votantes con estudios superiores prestan más atención a las características de los candidatos y centran sus juicios en aspectos relevantes para su actuación, como la competencia, la integridad y la fiabilidad”(González, 2000:47) Esta afirmación no hace más que ratificar que la tendencia actual de la política democrática es que el candidato se ha erigido en el pilar en el que se asientan las preferencias de los ciudadanos. No es que el partido político haya desaparecido como por ensalmo, sino que debido a internet, a los medios audiovisuales, a la conceptualización de la nueva comunicación política en priorizar al candidato o a la generalización de las elecciones primarias, existe una tendencia irrefrenable a que las organizaciones partidistas pierdan protagonismo. Es decir, el partido acaba relegado a ejercer un papel secundario como hacedor de la infraestructura técnica y económica y como lugar de encuentro de los simpatizantes, agravado por la cada vez menor diferenciación ideológica entre las diferentes opciones. Así lo resume certeramente, Manin, argumentando que los “partidos políticos siguen desempeñando un papel fundamental. Proporcionan recursos cruciales tales como redes de contactos e influencias, la capacidad para la recolección de fondos y el trabajo voluntario de los militantes, pero tienden a convertirse en instrumentos al servico del líder” (Manin, 1998:268).
Aún así, y, aceptando la tendencia por la cual los partidos están perdiendo influencia en favor de los candidatos, el estudio al que hemos hecho referencia del doctor en psicología Manuel González, revela que “en cuanto a los principales motivos del cambio de voto declarado, un 17,1% es por los programas políticos y sólo un 4,8% por el candidato”. (González, 2000: 107) . Siguiendo en la línea de no minusvalorar la función de los partidos políticos y no dejarlo todo en manos de los candidatos, Antón Losada, defiende de algún modo la tarea que deben desempeñar las formaciones políticas: “Antes o después, votantes y candidatos descubren que cuando se apagan las luces y el ruido o cuando todo falla, siempre queda el partido para volver a empezar y mantener en pie un proyecto político de cambio y transformación social”.(Aira, 2015:22). También Toni Aira, y esta vez a modo de advertencia, afirma que “los partidos no son un fin sino un medio, un instrumento, que si no es útil, simplemente o se recicla o será definitivamente dejado a un lado.” (Aira,2015: 35). Como última referencia a esta cuestión, habrá que tener en cuenta las consecuencias del movimiento de los indignados al que se refiere Antoni Gutiérrez, cuando destaca con rotundidad que “el domingo 15 de mayo, los partidos políticos (también los sindicatos y los representantes públicos) comprendieron que han perdido el privilegio exclusivo de la acción política”. (Gutiérrez, 2011:141).
Como conclusión final, se desprenden de todas las argumentaciones que se han puesto de manifiesto, dos hechos insoslayables y una consideración final:
-Uno, que los partidos políticos sólo pueden tener un futuro un poco más esperanzador si consiguen adaptarse a la era de internet, a reformular su estructura, y a incrementar su transparencia tanto interna como externa. En el momento actual, tienen difícil aumentar su notoriedad ante la preponderancia mediática del candidato.
-Dos, los candidatos tienen la partida de las redes sociales y de los medios de comunicación ganada; y ante un incuestionable liderazgo político de un buen comunicador es mucho más fácil ganar el discurso mediático y convencer al electorado, que al fin y al cabo es el objetivo de cualquier aspirante a gobernar. “Las personas votan personas. La diferencia la hace el candidato” en palabras de D’Amato (9).
Y una apreciación a tener en cuenta y como aviso para navegantes sobre la influencia cada vez mayor del candidato versus el partido: “Es probable que haya pasado la época de votar los programas de los candidatos, pero puede estar comenzando la era de votar el historial de los gobernantes” (Manin,1998: 271)
6.CITAS:
(1) Espinoza, Ricardo. “Sistemas Parlamentario, Presidencial y Semipresencial”. Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democracia,20. Instituto Federal Electoral.México. Disponible en web: http://www2.ine.mx/documentos/DECEYEC/sistemas_parlamentario.htm#presentacion [Consulta: 2 de marzo de 2016]
(2) Montse Sanahuja Rubí es Directora de Comunicación en Public Affairs Experts y Profesora asociada de la UPF. Extracto de la clase magistral que impartió en Barcelona el día 6 de febrero de 2016 en el marco del Máster de Marketing Político 2015-2017 de la UAB.
(3) Centro de Investigaciones Sociológicas. Estudio núm. 3121. Barómetro de diciembre 2015. Diciembre 2015:4. Disponible en web: http://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Marginales/3120_3139/3121/Es3121mar.pdf [Consulta: 11 de marzo de 2016]
(4) Marc Rius es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la UB y actualmente es Director de las campañas electorales de ICV desde 2010. Frase expresada en la conferencia “Los elementos de una campaña electoral” que impartió en Barcelona el día 10 de marzo de 2016 en el marco del Máster de Marketing Político 2015-2017 de la UAB.
(5) El reglamento de elección de candidatos/as de Podemos se puede consultar en la web: http://podemos.info/wp-content/uploads/2015/01/Reglamento-primarias-para-las-generales.pdf
[Consulta: 10 de marzo de 2016]
(6) Resultado de las primarias que ganó Pedro Sánchez a la elección de secretario general del PSOE: Disponible en web: http://cincodias.com/cincodias/2014/07/13/economia/1405255737_454260.html
[Consulta: 10 de marzo de 2016]
(7) Proceso de consulta para la implantación de primarias en CDC. Disponible en web: http://www.lavanguardia.com/politica/20160201/301821377379/cdc-primarias-militancia-siglas.html [Consulta: 10 de marzo de 2016
(8)Orlando D’Adamo es Licenciado en Psicología por la UBA y Doctor en Psicología por la USAL. Actualmente es director de Communicatio y co-autor del Diccionario Enciclopédico de Comunicación Política. Extracto de la clase que impartió en Barcelona los días 11-12 de marzo de 2016 en el marco del Máster de Marketing Político 2015-2017 de la UAB.
(9) Excelente descripción en pocas palabras de la principal motivación que mueve a los electores en el momento de ejercer el voto: las emociones. El autor es Orlando D’Amato ya citado en el apartado (8).
7.BIBLIOGRAFÍA:
Aira, Toni. 2015. El último partido. La política cansada ante su gran final. Barcelona. Editorial UOC.
Cotarelo, Ramón. 2014. “Las ciberorganizaciones. Los ciberpartidos.”, en Cotarelo, Ramón y José Antonio Olmeda, (eds.), La Democracia del siglo XXI. Política, medios de comunicación, internet y redes sociales. Madrid. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
Garrido, Antonio. 2014. “Networking y Crowdsourcing en las modernas campañas digitales”, en Cotarelo, Ramón y José Antonio Olmeda, (eds.), La Democracia del siglo XXI. Política, medios de comunicación, internet y redes sociales. Madrid. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
González, Manuel. 2000. Personalidad y Política: Un estudio sistemático sobre la predicción del voto y la participación electoral. Santa Cruz de Tenerife. Servicio de publicaciones. Universidad de La Laguna.
Gutiérrez-Rubí, Antoni. 2011. La política vigilada. La comunicación política en la era de Wikileaks. Barcelona. Editorial UOC.
Manin, Bernard. 1998. Los principios del gobierno representativo. Madrid. Alianza Editorial.
Rivera, José Manuel. 1995. “Intereses, Organización y acción colectiva.”, en Benedicto, Jorge y María Luz Morán, (eds.), Sociedad y Política.Temas de sociología política.Madrid. Alianza Editorial.
Rodríguez , Pablo. 2014. “¿Quiénes son?. La historia de Podemos.”, en Müller, John, (ed.), Podemos: Deconstruyendo a Pablo Iglesias. Barcelona. Editorial Deusto.
Sánchez, Oscar. 2013. “Reseña de: Pérez-Móneo, Miguel. La selección de los candidatos electorales en los partidos. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2012” UNED.Teoría y Realidad Constitucional, 31: 665-686. Disponible en web: http://revistas.uned.es/index.php/TRC/article/viewFile/10327/9865
[Consulta: 7 de marzo 2016]
Ware, Alan. 2004. Partidos políticos y sistemas de partidos. Madrid. Ediciones Istmo.
Joan Grané Font.
Santpedor,18 de març de 2016
Paper corresponent al Postgrau d'Anàlisi i Comunicació Política. UAB. ICPS. 2015-2016
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